Leyendas

El Gran Monte Susanga 

Historia Susanga

En las faldas del vistoso cerro Susanga existía la tribu de los Chimbus, los mismos que lo adoraban creyendo que era su dios por su gran elevación y su perfil único. Como toda tribu de aquel tiempo, eran gobernados por un Cacique o Shamán, que traducido del idioma quechua al castellano significa “Lobo de campo”.

Dicho Gobernador, para imponer temor y obediencia entre los miembros de la tribu, exponía que era un enviado de los dioses y especulaba que tenía que imitar la blancura y pureza de la nieve y envolverse con el firmamento que vestía el día para con su poder atraer la lluvia y, de esta manera, se puedan regar las siembras para conseguir una buena cosecha.

Por lo mismo, este personaje, pintaba su cara con un polvo blanco extraído de un sinnúmero de productos naturales que se concertaban para obtener dicho elemento. El rito se complementaba comiendo huevos de aves silvestres que sólo se los podía encontrar en el cerro, para lo cual, como ya era tradición, dos de sus mejores Quimus (buscadores de aves silvestres) iban en la búsqueda de tan vanidoso alimento.

Al cumplir con esta obligación, a su retorno, los Quimus se postraban ante el Cacique y le presentaban los nidos, en cuyo interior contenían los huevos y le ofrecían diciendo: Suyas Shanga o Susanga, que quiere decir aquí está su nido de huevos.

Separador8

El niño degollado

El niño degollado

Con el transcurrir de los tiempos la forma de vida de los puebles aborígenes tomaba diferentes costumbres, como, por ejemplo, con la muerte y asunción al poder del primogénito hijo del Cacique.

La tribu de los Chimbus, en esta época, se hallaba gobernada por el Cacique Susanga, que había tomado el nombre del monte sagrado según sus creencias.

Este hombre se diferenciaba, de los demás gobernantes, por su forma muy cruel de festejar los triunfos en las batallas.

Colocaba en lo alto de otro de los cerros que rodeaban a la tribu, el dios Catequil (hoy Catequilla) un palo grande y puntiagudo que en su cúspide contenía un cráneo humano, indicando a todos sus súbditos la señal de la victoria, catalogándole al mismo como un trofeo de guerra

Al avistar tal señal, los Chimbus se encaminaban frente al símbolo y cogían una víctima para el sacrificio, tomando en cuenta que ésta sea un niño de corta edad. De inmediato procedían a enterrarlo, dejando a la vista el cuello y la cabeza; luego comenzaba el festejo. Todos los aborígenes, portando en sus manos hachas y mazas elaboradas por ellos mismos, con los ojos cerrados, competían entre sí por dar un golpe tenaz o degollar en forma acertada a la víctima.

Después de ocasionarle la muerte, entre todos lo descuartizaban en medio de algarabía y cantos ceremoniales. Luego desprendían del cuerpo las vísceras y con la sangre procedían a pintarse la cara, ante la creencia de que al hacerlo con la sangre del sacrificado estarían libres del mal aire del mismo y también de los muertos que produjo el combate y, además, agradar al dios Catequil.

Separador8

El Indio Palomino

El indio palomino

Cuenta la leyenda que en la ciudad de Chimbo existía un indio que tenia de ciento veinte a ciento cuarenta años, hecho que era muy particular y novedoso a la vez, más aun causaba sensación y curiosidad por conservar una mente lúcida a pesar de su avanzada edad,

La ciudad fue destruida totalmente por el terremoto de 1775, este relato como lo cuenta el mismo indio, comienza unos días anteriores a la hecatombe.

El pueblo chimbeño se encontraba festejando a su santo patrono San José con distintos actos religiosos y populares tales como misas, procesiones, corridas de toros y diferentes juegos entretenidos.

Siendo las tres o un poco más de la tarde los ciudadanos disfrutaban de las fiestas. En este momento se produjo un hecho nunca antes visto. Al lado sur de la ciudad, se aparecía un águila negra, que sobrevolaba la urbe con dirección hacia el cerro Susanga. Una espesa vegetación cubría el monte; contempla también grandes árboles, en uno de los cuales el águila se posó y todos podían observar.

Un alboroto y arrebatada curiosidad causó en la gente ya que el ave tenía un gran tamaño, color y forma diferentes a las demás, por lo que trataron de apresarla.

Un grupo de ciudadanos se reunieron en la plaza principal para ir en su búsqueda, equipados con armas de fuego y otros instrumentos para la caza. Parecía que iban a un combate de guerra. Se dirigieron hacia la cúspide de la montaña en la cual lograron someter.

El ave, aún con indicios de vida, fue martirizada; los pobladores abrieron sus alas, poniéndola en forma de cruz y la amarraron en la punta de un palo.

Luego la paseaban por las calles y plazas, unos se asustaban, otros insultaban a los que hacían esto, mientras había quienes miraban con temor sin decir nada. Algunos manifestaban en voz baja -¡mal augurio para Chimbo es lo que están haciendo con el ave!-

Al terminar este hecho la gente se retiró a sus casas y la población se quedó en un silencio total. El cielo vestía un color azul, complementado este paisaje con un sol radiante. Más tarde todo cambió; la ciudad estaba envuelta en una densa niebla y la tierra comenzó a temblar.

El terremoto fue catastrófico, sepultó todo cuanto había, centenares de muertos, pánico y desesperación total fue el resultado.

Parecía que la ciudad nunca existió, todo estaba sepultado. Únicamente se observaba lodo, carreteras cuarteadas y montañas de tierra.

El indio Palomino narraba la calamidad, invadido de un sollozo trance, como si estuviese viviendo de nuevo la tragedia. Al sentirse solo, ya que enviudó, en vista de los acontecimientos y en una forma de pedir perdón a Dios, por todos los pecados que los chimbeños cometieron en el pasado y también pidiendo protección para los mismos; plantó una Cruz de madera cerca de su casa, a la misma que rendía tributo con fiestas anuales, alumbrándola con faroles y adornándola con flores, tradición que se la conserva hasta hoy en día. A este sitio se lo conoce en la actualidad como el barrio Cruz Loma, ubicado a un costado del cerro Susunga.

Separador8

El Repique de campanas  

El repique de campanas

Después de la catástrofe que destruyó totalmente la ciudad, ésta se venía reconstruyendo con lentitud; situación que por la magnitud del fenómeno natural, el cerro Susanga se derrumbó y su cúspide bajó hasta la urbe, cubriéndola enteramente y formando una especie de barriga, en cuyas faldas se comenzaba a formarse el pueblo.

Por aquellos tiempos y caída la noche, los habitantes escuchaban el repique de campanas con sonido de duelo; pero no se trataba de las campanas de la iglesia, ya que ruido provenía de un lugar desconocido en el cerro Susanga, donde no existía ninguna capilla o santuario alguno.

La gente temerosa al no entender lo que sucedía, ni de donde provenían tales sonidos, se encerraba en sus casas hasta la aurora del nuevo día, en que se dejaban de escuchar los repiques. A la siguiente noche se volvía a percibir el mismo sonido. En Chimbo no había persona alguna que se atreva ir en búsqueda del lugar donde se producía el toque de campanas. Algunos lo hacían durante el día, recorriendo el monte sin encontrar nada; peor algún rastro que los guiara a descubrir el misterio.

Incentivados por el dilema, se reunieron un sinnúmero de personas para analizar lo que ocurría, preguntándose unos a otros ¿será algo sobrenatural o extraterrenal? ¿hay algo que perturba este extraño misterio? .

Los chimbeños elevaban sus oraciones al cielo, para que Dios los proteja y los librara de todo mal. Los días transcurrían matizados de impotencia, miedo e incertidumbre. La curiosidad atormentaba a los conciudadanos.

Tres jóvenes de valerosa y gran gallardía, tomaron la importante decisión de acudir en busca del lugar mismo donde ocurría el suceso. La noche cubría la ciudad, no se escuchaba nada, pero los hombres valientes seguían escalando la montaña. De pronto el toque de campanas a luto comenzó. Guiados por el sonido y sin perder la cordura, con mucha prudencia, siguieron la búsqueda guiados por el sonido que se escuchaba cada vez más cerca. Parecía que llegaron al lugar.

No pasaron muchos minutos y se dieron cuenta que el sonido emergía bajo su pies, es decir, los repiques salían del interior de la tierra. Sin tardanza alguna, señalaron el lugar y decidieron regresar al día siguiente, para escavar el mismo con la luz del día.

Un grupo grande de gente los acompañó y, al momento de cavar, observaron que se trataba de una Cruz de piedra semienterrada, que dejaba ver sólo sus brazos laterales. Prosiguieron con la excavación y la desenterraron totalmente y sacaron como conclusión que el repique era una señal divina para que la Cruz sea hallada y veneranda por el pueblo.

Con la mayor delicadeza y devoción, la llevaron al cementerio, donde permaneció por muchos años. Desde aquel momento nunca más se ha vuelto a escuchar el repique de las campanas. Se dice que es la mima Cruz que actualmente se encuentra ubicada a un costado de la Iglesia Matriz.

Separador8

La Pileta de vino

La pileta de vino

A finales del siglo XIX, por el año 1899,un noble caballero conocido como el Coronel Villa, de origen colombiano, residía en Chimbo. Alto, con la barba hasta el pecho, nariz aguileña, ojos conquistadores, charlatán y bohemio, se dedicaba a la búsqueda de tesoros perdidos.

En su empeño por buscar tesoros, visitó la aldea de Pacatón, lugar donde sin tener que escarbar varias veces, encontró muchas piezas de oro: una corona, un cetro, aretes, platos y otros objetos de valor que seguramente pertenecieron a algún acaudalado o rey del pasado. Todo lo hallado estaba estipulado en 6000, 00 reales, los mismos que fueron divididos en partes iguales, con Doña Viridiana Armendáriz, dueña del terreno.

Contento por el hallazgo y con dinero en su bolsillo, regresa al pueblo cerca de la media noche pasando, obligadamente para dirigirse al lugar donde vivía, por la pila del parque central. Agobiado por el cansancio de la caminata de aproximadamente unas dos horas, decidió acercarse a la pileta para tomar un poco de agua cuando de repente, al acercarse a la llave y beber el primer sorbo se exaltó de sobremanera al paladear que no se trataba de agua, sino de un vino de exquisito sabor.

Creía que era una alucinación, tal vez por el sueño y el cansancio que lo invadía. Volvió a beber y comprobó que era vino. Como estaba tan delicioso siguió bebiendo. Luego de beber mucho el colombiano comenzó a ver que las damiselas fundidas de bronce, que adornaban la pileta, empezaron a dejar su lugar y comenzaron a bailar con él, dándole de tomar el exquisito vino que brotaba de aquella fuente.

La pila iluminada como un escenario, escogía tal escena y música suave, con un sabor a romance o algo celestial que se escuchaba sin reparo alguno, haciéndolo recordar las bohemias noches de farra y algarabía en Cali o en Bogotá, o en los grandes salones de baile que solía frecuentar. Después de tanto bailoteo y de beber hasta la saciedad se quedó dormido.

A la mañana siguiente, un grupo de policías municipales lo despertó causándole un fuerte susto ya que se encontraba en medio de la pila debajo del rosal. Desesperado contó a sus amigos lo que le había ocurrido pero éstos no le creyeron y pensaron que era causa de la borrachera y se burlaban de él.

La noche del mismo día un joven bohemio, destacado comerciante de la ciudad y de buena familia, luego de haber disfrutado de una reunión con sus amistades, libando hasta muy tarde en el salón de Heraclio Saltos, temeroso de que su familia le regañe por la borrachera y por haber hecho un mal negocio, decidió no ir a la casa y más bien se encaminó hacia la pila y en el trayecto se encontró con una dama que vestía de negro a quien nunca había visto.

Imaginándose que se trataba de una mujer que visitaba la ciudad se puso a sus órdenes, acompañándola y pasándose de amable, ya que la abrasaba y trataba de cortejarla, sin que ella pusiera resistencia al abuso de confianza. Llegaron a la pila y bebió el vino que brotaba de la fuente. Sin que él se diera cuenta, la mujer desapareció como por arte de magia. Se puso a buscarla pero la dificultosa flora lo impedía cerrándole el paso.

Al no encontrarle y cansado de dar vueltas se dio cuenta que estaba perdido, por lo cual se arrimó al graderío y por el cansancio y la borrachera se quedó dormido. Su familia preocupada, lo encontró a la aurora del siguiente día.

Contó lo sucedido, pero al igual que al colombiano nadie le creía. A muchos jóvenes les sucedió lo mismo, mientras que la pila seguía dando vino por las noches.

Días después se descubrió que quienes apadrinaron la inauguración de la pila eran personas acaudaladas de la cercana ciudad de Babahoyo, el Señor Fidel Castillo y su esposa Doña Rosa Villafuerte, quienes trajeron una gran cantidad de vino dulce y lo conectaron a la tubería que conducía a la pila de agua, provocando una graciosa confusión entre los bohemios.

 Separador8

La procesión de la cruz

cruz6

Existe en Chimbo una devoción religiosa muy particular. Desde tiempos de la colonia se la conserva hasta hoy en día. Se trata de la Procesión de la Santa Cruz, que se realiza a la media noche del Jueves Santo de cada año; es decir, al comenzar uno de los días más importantes de los cristianos, como lo es el Viernes Santo. A esta procesión sólo pueden asistir los hombres.

Esta leyenda, según cuentan nuestros ancestros, se dio precisamente en este acto religioso.

La noche estaba muy oscura, solamente se divisaba el suelo donde se pisaba; ya que en aquel entonces no existía la luz eléctrica para alumbrar las calles de la ciudad.

Cuando la procesión pasaba por el barrio de Ayaurco, hoy barrio La Merced, vivía por aquel lugar una jovencita muy agraciada de nombre Rosita Bosques, que impulsada por la curiosidad, sin tardanza alguna, al escuchar los rezos, se asomó a la ventana y se quedó mirando; pero para su sorpresa ,no conocía a ninguno de los penitentes que en ella iban. Se le acercó una mujer, la misma que le entregó una vela y la invitó a acompañarle en la procesión.

Rosita, con mal agrado, aceptó y acompañó un corto trecho, regresando a la casa y guardando la vela. Al siguiente día, al observar la vela que le obsequio la misteriosa dama se asustó al ver que se trataba de un hueso largo del esqueleto humano. Tal seria su impresión, que le produjo una grave enfermedad, la misma que a los pocos días le causó la muerte.

Según la leyenda, cuando se acompaña a esta procesión no hay que mirar hacia atrás, porque se observa al demonio remedando a los penitentes, o se puede quedar muerto o tener los días contados.

Separador8

Las almas en pena 

Almas en pena

Un hombre llamado Diómedes Arguello, que venía a la ciudad de Chimbo desde la parroquia de San Sebastián, junto con algunos de sus parientes y amigos, al pasar frente al cementerio, divisaron que algo se estaba quemando, porque irradiaba una claridad sospechosa. Se hacían varias preguntas. ¿cómo a esas horas de la noche alguien podría estar en el cementerio?, pero su pregunta no tenía razón, ya que las puertas estaban completamente cerradas, aseguradas con un candado grande.

Lo único podría ser, es que alguien escaló las paredes y logró entrar, encendiendo el fuego que podría causar graves daños al campo Santo, si éste se propagase. Este hombre valiente por naturaleza, junto con dos amigos acudió a ver lo que sucedía ingresando por un portillo que estaba cerca de un derrumbe. Al no divisar a nadie, se asombraron e inquietaron al observar únicamente una luminosidad de color azul ligero, que salía de algunas tumbas.

Vencidos por el miedo, Diómedes y sus dos acompañantes echaron a correr. La fuerza de la luz era tal que parecía les iba a tocar, por lo que regresaron a su parroquia, sin pronunciar palabra alguna, pero con los pensamientos fijos en lo ocurrido y, además, se enfermaron con vómito y dolores estomacales.

La siguiente noche se volvió a repetir, pero en esta ocasión nadie se atrevía a entrar, ya que el que lo hiciera, se enfrentaría a la cólera de las almas en pena, especialmente de aquellas que no descansaban en paz en la gracia de Dios y se estaban quemando. Según las creencias, se debía sacar los cadáveres del cementerio, ya que, al estar sepultados allí, les causaba mayor tormento y tenían que ser arrojados a las quebradas más profundas, para que los demonios hagan de ellos su presa y paguen su condena.

Algunos han explicado que por los componentes clásicos y el fósforo de los huesos del cuerpo humano estos tienden, al contactar con el aire, aun mas en la oscuridad, a tomar un color fosforescente, por la producción de ozono. No sé si esta será la explicación al fenómeno; pero lo que nuestros parroquianos ¡se asustaron, se asustaron!…. Leyendas de mi tierra…

 Separador8

INICIAR SESIÓN

Plan Anual de Contratación 2023

Santuario Señor de la Divina Justicia

Nuestros Artesanos